Empieza nuestro viaje con destino a…
Pues bien, con el objetivo de trocear el viaje de 1.300 km que hay desde Madrid hasta los Alpes, hicimos una primera parada “obligatoria” en los Pirineos, que ya conocíamos de años anteriores pero que nunca podemos dejar de visitar. En particular, el entrañable pueblecito de Luz Saint Sauveur, apúntalo tanto si quieres subir el Tourmalet o desayunar una de sus míticas tourte au myrtilles (si eres capaz de acabar con una de ellas de una sentada, eres una auténtica máquina de comer).
La segunda parada la teníamos fijada en la Provenza. Y claro, si juntas en una misma frase Provenza y Ciclismo, el resultado de esta combinación es el Mont Ventoux. Si conoces un poco el mundillo ciclista no tengo que darte más detalles pero si no es así, déjame contarte que se trata de una montaña enorme y calva en medio de la vasta llanura provenzal. Decían los lugareños que en días claros se puede ver el Mont Blanc desde la cima y este año, pude comprobar que es totalmente cierto.
Su característica “calvicie” se debe a los fuertes vientos que azotan la parte superior e impiden dejar crecer la vegetación. Sin ir más lejos, la tarde que llegamos se alcanzaron los 90km/h en la cima y se tuvo que cerrar la carretera al tráfico por el peligro que lógicamente esto conlleva. Este mítico lugar no es sólo el punto central de nuestro viaje, sino también el de este artículo.