Muchos de los recuerdos de mi infancia están con ella, mi abuela. Así que hoy me gustaría hablarte de lo que me enseñó y me inspiró en esos momentos que compartimos juntas. Mis abuelos vivían a las afueras de Barcelona y tenían un inmenso huerto y animales. No me atrevería a decir que tenían una granja pero vivían y consumían gran parte de lo que la tierra les ofrecía. Con el tiempo, se mudaron a la ciudad porque aquella zona fue expropiada, pero mi abuela supo cómo integrar las prácticas que ya formaban parte de su manera de entender la vida, aunque fuera en un nuevo entorno.
Podría decir que mi abuela ha sido un referente para mí en cuanto a filosofía de vida y capacidad de afrontar cualquier situación y contratiempo. Pero es que, además, nos dejó como herencia una serie de prácticas y costumbres para vivir con menos. La buena noticia es que hoy se está recuperando este estilo y es inevitable para mí ver reflejadas sus costumbres. Recuerdo su manera de cocinar y reaprovechar la comida (lo que hoy resulta ser el batch cooking), la forma de combinar la ropa de su armario (ahora lo llamamos capsule closet) o cómo optimizaba el uso de la energía (digna de poder dar cualquier clase sobre eficiencia energética, os lo aseguro). Esa austeridad nació por necesidad y ahora que yo estoy construyendo una familia, me parece una forma inteligente de utilizar los recursos para estar en armonía con nuestro entorno.Esta filosofía de vida siempre ha inspirado mi manera de ver el mundo, quizás con esos ojos de una niña que observaba a su abuela sin saber que años más tarde, todo cobraría sentido.
Viéndolo en global y en positivo, (siempre con Buenas Energías, ya sabes), vamos hacia una sociedad que ofrece constantemente oportunidades y genera un amplio espacio de aprendizaje y cocreación sin límite a disciplinas. Pero, a su vez, requiere que seamos nosotros, de manera asertiva, los que busquemos alinearnos con nuestras necesidades. En este sentido, me gustaría destacar tres aspectos que me parecen claves:
- En general, el ritmo actual nos lleva a estar constantemente en acción y en ocasiones puede afectarnos emocionalmente, rozando el llamado “burnout”.
- Nuestro entorno cada vez es más cambiante y, asociado a la evolución de la digitalización, nuestras necesidades se van modificando. Sabemos que lo que hoy es útil para nosotros, mañana puede dejar de serlo.
- En términos de desarrollo profesional y personal, cada vez más nuestra exposición y visibilidad es un “Must”. Se nos exige ser empleable, estar conectado en las redes y formar parte de determinadas comunidades.
- Escoger muy bien qué hacemos, planificar nuestros descansos y apoyarnos en servicios que faciliten nuestro día a día.
- Llevar un estilo de vida saludable en alimentación, actividad física y mental.
- Analizar el uso que hacemos de nuestros recursos, buscando la eficiencia y reutilización.
Sé que no es una tarea sencilla pero me parece interesante tenerlas en cuenta. En mi caso, hace tiempo, pero especialmente desde que soy madre y el tiempo libre se me ha visto reducido, me he hecho algunas preguntas. Puede que tú también. ¿Cómo voy a llegar a todo? ¿Podemos vivir con menos? ¿Cómo nos detenemos y nos organizamos en lo importante sin perder oportunidades que nos interesan? Sinceramente, veo una conexión con la vida que llevaba mi abuela. Una vida más alineada a las necesidades orgánicas y en armonía con el entorno.
Y sí, lo confieso. Está claro que muchas veces me tengo que volver a recordar la importancia de estas buenas prácticas que te compartía. Pero sin duda, te invito a explorarlas, es un buen primer paso. Además, esta transición puede ser un espacio para desarrollar nuevas habilidades, conectar con tareas más manuales y sostenibles que nos permiten desconectar para conectar y contribuir positivamente a nuestro entorno.