Seguro que conoces a alguien que tiene una freidora de aire en casa y te ha hablado de sus ventajas. Puede que incluso te estés planteando comprar una aunque ya tengas horno. La también llamada air fryer se ha convertido en la protagonista de muchas conversaciones entre amigos, pero ¿por qué está tan de moda? ¿Consume menos que un horno? ¿Es más saludable cocinar así? Comentamos las claves de este pequeño electrodoméstico para que decidas si quieres o no pasarte a la freidora de aire.
La freidora de aire: ¿cómo funciona?
Con este electrodoméstico puedes calentar alimentos congelados o cocinar todo tipo de alimentos frescos: pescado, verduras, pollo, carne, etcétera. Incluso te permite preparar recetas de repostería. El funcionamiento es muy sencillo, ya que en el fondo se trata de un pequeño horno de convección que cocina con aire caliente. Cuenta con una resistencia alimentada por electricidad que puede elevar la temperatura hasta los 200 ºC aproximadamente y unos ventiladores que empujan el calor hacia los alimentos.
Todo ocurre muy rápido, en muy pocos minutos, mientras que la mayoría de los hornos tardan entre 10 y 15 minutos solo en precalentarse. Y, además, si por algo se ha hecho famosa, es porque no se usa (casi) nada de aceite
Está claro que se ahorra tiempo y también es una manera de cocinar más limpia, pero ¿le conviene a tu bolsillo? ¿Es más económico que encender el horno? Enseguida saldremos de dudas.
¿Cuánto consume una freidora de aire en comparación con un horno?
Teniendo en cuenta que la air fryer necesita menos tiempo de cocción, menos potencia y no tiene pérdidas de calor, a priori podríamos decir que es más económica que el horno. Y así es, consume menos electricidad.
Las freidoras de aire más pequeñas suelen consumir unos 700 W y los modelos más grandes llegan a los 2.000 W. En cualquier caso, los hornos eléctricos suelen consumir más, entre 2.000 W y 5.000 W (fuente: Tech Radar).
¿Sabías que cada vez que abres el horno pierdes un 25 % de energía acumulada
Al final, el consumo depende del tiempo de uso. En cualquier caso, lo importante no es tanto fijarse en un único aparato sino hacer un consumo responsable y consciente de todos los electrodomésticos. De esta forma, potencias el ahorro energético de tu hogar.
¿Qué es más saludable, un horno eléctrico o una freidora de aire?
Las freidoras de aire se han puesto de moda porque para la cocción de los alimentos apenas se necesita aceite. Con el aire y el calor puedes obtener una muy buena fritura. Ahora bien, esto tampoco significa que sea la alternativa más saludable porque una receta que se prepara en el horno eléctrico y que lleva aceite de oliva virgen también puede serlo. Recuerda: una dieta saludable debe contemplarse en términos generales y no solo por si utilizas un horno o una freidora.
¿Puede una freidora de aire reemplazar un horno eléctrico?
Todo depende de ti. Si tienes un horno de convección eléctrico y te gusta usarlo, piensa que la freidora de aire no cambiará mucho las cosas. Al final, las freidoras son una versión pequeña de estos hornos. Además, si cocinas grandes cantidades de alimentos, puede que la freidora se te quede pequeña.
Si buscas una forma de cocinar fácil, rápida, que requiera poco aceite, que ensucie menos y consuma menos energía, entonces sí puede ser una alternativa al horno.
El 11 % de la energía se consume en la cocina
Además de contratar una tarifa de luz personalizada, como las que te ofrecemos en Naturgy para que estés tranquilo, todavía puedes hacer algo más por optimizar el gasto energético de tu hogar. Por ejemplo, en la cocina, las ollas a presión ahorran en tiempo y energía hasta en un 80% con respecto a las ollas normales. El microondas también puede ser tu aliado porque ahorra entre un 60% y un 70% de energía con respecto a un horno eléctrico.
El batch cooking también se ha puesto muy de moda y muchas de las recetas se pueden preparar tanto con la freidora de aire como con el horno eléctrico. Sea cual sea tu método favorito, pasar tiempo en la cocina debería ser agradable y una forma de cuidarte y quererte. Ya lo dice el refrán: somos lo que comemos.
